VUELVE EL
BALL DELS SALVATGES
(La recuperación de una tradición)
Benabarre, 9 de agosto de 2008
Plaza Mayor - 19,30 horas
Nota informativa
En los siglos XIV y XV surgió un movimiento literario en Europa que transformó el modo de querer y su concepto. Si hasta entonces el caballero había de dedicar el amor a su dama, enfrentándose a cuantas empresas le presentara el destino, a modo de una novela de caballerías, ahora nacía una nueva intuición que el Hombre debía doblegar: el instinto.
El instinto era salvaje, vivía en la selva o bosque, y pertenecía a una concepción primitiva del Hombre. Si el amor era cortés y caballeresco, había un elemento primario: el deseo que hacía mantener la llama de aquél. Mientras duraba el deseo, los seres humanos permanecían en la cárcel del amor, prisionero de la pasión.
Para explicar esto surgió una metáfora: el salvaje, un pergeño de persona primitiva, bosquimano y rudimentario, sin lenguaje ideológico, provisto de una fuerza descomunal, cubierto de pieles, plumas u hojas y armado con una maza. Su concepto existía ya en tiempos clásicos, siendo el griego Ferécrates el primer autor en abordar la cuestión en un drama titulado Los Salvajes que data del siglo V a. e.
En las representaciones gráficas se prodigan las cacerías: cuando el Hombre viene del bosque con un Salvaje apresado, se entiende que ha vencido al deseo y sigue siendo un gentilhombre. Y si es un caballero el que va preso de los salvajes camino de la floresta, ha sucumbido y merece formar parte de ese espacio instintivo. Entiéndase que en aquellas épocas el amor que se sentía por una dama era independiente de su estado –casada o soltera- lo importante era superar las bajas inclinaciones.
Esta metáfora fue cultivada por poetas como Petrarca y prosistas como Diego de San Pedro, cuya obra Cárcel de amor se convirtió en un éxito en toda Europa. De la Literatura el salvaje saltó al arte, a la arquitectura, a los tapices, a la religión y a la fiesta. En los cortejos festivos custodiaba a los representantes institucionales, hasta sofisticarse su imagen en los actuales maceros.
El mito ha sido estudiado por el mejicano Roger Bartra – El salvaje en el espejo- y el espacio festivo donde el personaje interviene se ha visto reducido a una zona entre Alemania y Suiza, donde aparece en desfiles. En España está presente en Béjar –Corpus Christi- con los hombres de musgo, personajes revestidos con ese vegetal y provistos de una maza que aparecen en esa procesión.
En Benabarre se celebró un Baile de Los Salvajes hasta comienzos del siglo XX. Gracias a las descripciones dejadas por José Carrera en 1904 en el Ayuntamiento y a unas pequeñas reseñas de Joan Amades en su Costumari, junto a las pesquisas gráficas y parangones encontrados, se recuperó el año pasado con gran éxito en la villa ribagorzana.
Plaza Mayor - 22,30 horas La Ronda de Boltaña
BALL DELS SALVATGES
(La recuperación de una tradición)
Benabarre, 9 de agosto de 2008
Plaza Mayor - 19,30 horas
Nota informativa
En los siglos XIV y XV surgió un movimiento literario en Europa que transformó el modo de querer y su concepto. Si hasta entonces el caballero había de dedicar el amor a su dama, enfrentándose a cuantas empresas le presentara el destino, a modo de una novela de caballerías, ahora nacía una nueva intuición que el Hombre debía doblegar: el instinto.
El instinto era salvaje, vivía en la selva o bosque, y pertenecía a una concepción primitiva del Hombre. Si el amor era cortés y caballeresco, había un elemento primario: el deseo que hacía mantener la llama de aquél. Mientras duraba el deseo, los seres humanos permanecían en la cárcel del amor, prisionero de la pasión.
Para explicar esto surgió una metáfora: el salvaje, un pergeño de persona primitiva, bosquimano y rudimentario, sin lenguaje ideológico, provisto de una fuerza descomunal, cubierto de pieles, plumas u hojas y armado con una maza. Su concepto existía ya en tiempos clásicos, siendo el griego Ferécrates el primer autor en abordar la cuestión en un drama titulado Los Salvajes que data del siglo V a. e.
En las representaciones gráficas se prodigan las cacerías: cuando el Hombre viene del bosque con un Salvaje apresado, se entiende que ha vencido al deseo y sigue siendo un gentilhombre. Y si es un caballero el que va preso de los salvajes camino de la floresta, ha sucumbido y merece formar parte de ese espacio instintivo. Entiéndase que en aquellas épocas el amor que se sentía por una dama era independiente de su estado –casada o soltera- lo importante era superar las bajas inclinaciones.
Esta metáfora fue cultivada por poetas como Petrarca y prosistas como Diego de San Pedro, cuya obra Cárcel de amor se convirtió en un éxito en toda Europa. De la Literatura el salvaje saltó al arte, a la arquitectura, a los tapices, a la religión y a la fiesta. En los cortejos festivos custodiaba a los representantes institucionales, hasta sofisticarse su imagen en los actuales maceros.
El mito ha sido estudiado por el mejicano Roger Bartra – El salvaje en el espejo- y el espacio festivo donde el personaje interviene se ha visto reducido a una zona entre Alemania y Suiza, donde aparece en desfiles. En España está presente en Béjar –Corpus Christi- con los hombres de musgo, personajes revestidos con ese vegetal y provistos de una maza que aparecen en esa procesión.
En Benabarre se celebró un Baile de Los Salvajes hasta comienzos del siglo XX. Gracias a las descripciones dejadas por José Carrera en 1904 en el Ayuntamiento y a unas pequeñas reseñas de Joan Amades en su Costumari, junto a las pesquisas gráficas y parangones encontrados, se recuperó el año pasado con gran éxito en la villa ribagorzana.
Plaza Mayor - 22,30 horas La Ronda de Boltaña
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